Ya no aguanta más. Lleva demasiado tiempo sujetándose la cabeza con el cuello para no perderla del todo. Pero ya no puede más. Está agotado. Ha conseguido volverle completamente loco. Y ya no hay marcha atrás.
No jugará más con él. Nunca más. No volverá a mirarle de aquella forma, a provocarle, a seducirle, a levantarle sus miserias y luego alejarse de nuevo, dejándolo así, extasiado de un placer no apaciguado, embriagado de ese sentimiento imposible de controlar.
Es como un imán. Y por mucho daño que le haga no puede evitar volver a acercarse. Y la única manera de que un imán no llegue a la fuente de energía que le atrae es alejarlo. Y si el lugar en el que se encuentran ambos es demasiado pequeño y, por lo tanto, esto no es posible, uno de los dos tendrá que ser eliminado. Y eso es lo que va a hacer. Es la única opción que le queda.
Se acerca muy lentamente, demorándose un poco más en cada paso. No porque tenga dudas, en absoluto. Tan sólo quiere disfrutar por última vez de esa atracción que tantas veces le ha llevado hacia ella. La mira reírse y bailar Rock and Roll como alma que lleva el diablo. El pelo suelto, al ritmo de la guitarra y de todo su cuerpo. La mira sabiendo que ella sabe que la mira. Se acerca un poco más… Ya casi está junto a ella. Apenas unos centímetros les separan. Casi puede tocarla. Le mira. La mira. Y ella continúa bailando despreocupada.
La agarra de la cintura y la saca del bar. La lleva hacia su callejón. Es de ellos y sólo de ellos. Y es lo que ella estaba esperando. Y como siempre le sigue. No sabe hacer otra cosa.
También ella es presa de esa atracción fatal. Nunca es capaz de decirle que no. Ha intentado articular esas dos letras una cantidad de veces incontable. Pero es imposible. Sólo le queda una cosa que hacer. . Le besa y lo hace.
- Te echaré de menos – Dice.
Y deja caer el cuchillo junto a él mientras se aleja hacia el bar bailando de nuevo.
